- (1) "Estoy desesperado, mosqueado, amargado". Así se siente Pedro Vázquez
tras ocho meses viviendo en la calle. Durante el día, este excamarero de
47 años pide en la Gran Vía de Madrid para poder llevarse algo a la
boca. Cuando anochece, se echa a andar hasta encontrar un sitio donde
dormir. Una cama caliente solo existe ahora en la memoria de un pasado
feliz: cuando vivía con su hijo de 12 años y su pareja en un piso propio
de la calle de la Princesa, muy cerca de donde suele mendigar. “Pero
perdí el empleo y, tras un año sin encontrar nada, ella me echó de
casa”. Cuando la navidad se acerca y el frío se intensifica, confiesa
que su cabeza empieza a dar vueltas.
- (2) Mónica y Manuel llegan a las diez de la mañana al banco de alimentos de
la ONG Mensajeros de la Paz en Madrid. Dependen de la solidaridad para
que sus tres hijos puedan comer. Llevan más de tres años en paro y
sueñan con el día en que encontrarán un empleo fijo de nuevo, pero es
poco el trabajo que hay y poco el dinero que llega. La prioridad no es
el alquiler de 400 euros, sino los niños. Por ellos, salen con dos
carritos de supermercados llenos de pasta, aceite, arroz, lentejas y la
papilla para el niño de dos años, que no puede faltar.
- (3) Nació en Argentina, vivió en São Paulo y recaló
en España hace 20 años con un único objetivo: cambiar de vida. “Sobre
todo, quería encontrar qué es lo más me gusta hacer”. Después de un
tiempo trabajando en “pequeñas reformas”, Jorge, de 53 años, lo halló:
la fotografía. Admite que nunca tuvo estabilidad financiera, pero la
crisis se lo ha puesto más difícil y ahora tiene que rebuscar en la
basura de los supermercados. “Fui a una exposición y al volver, decidí
echar un vistazo para ver lo que tenía”, cuenta delante de una tienda
del pudiente barrio de Salamanca de Madrid. “Pero solo miro los
contenedores de aquí, porque la basura tiene mejor calidad”. Para ganar
dinero, hace pequeños trabajos. Lo más reciente: una sustitución de un
portero de un edificio. ¿La fotografía? “Ahora es solo un 'hobby”.
- (4) Es por su hija de 10 años, por su hipoteca de 750 euros y por su
dignidad. Alberto Bueno, un publicista vasco de 42 años, pasa cinco
horas diarias entre la Puerta del Sol y la plaza Mayor de Madrid. No
pide dinero sino un empleo. Y lo hace a pesar de las personas que pasan y
miran al suelo para no verle, y a pesar del mundo que parece conspirar
contra él desde que dejó su empleo en una agencia de publicidad en 2007.
Desde entonces, ha hecho pequeños trabajos como 'freelance' y el verano
pasado trabajó como barrendero. Pero en su currículo consta que habla
tres idiomas, experiencia laboral en grandes empresas y docencia en
diseño y mecanografía. “Estoy hasta los cojones de mandarlo por
Internet”. Le quedan 420 euros de ayuda social al mes.
- (5) Sin empleo, sin dinero y sin casa, la solución ha sido ‘okupar’. Este es
el resumen de los últimos dos años de Susana Santiago Montoya, de 27
años. Cuando su primer hijo nació hace 10 años, esta madrileña vivía en
casa de su suegra con su marido, Ángel Giménez de la Rosa. Surgió la
oportunidad de independizarse y se fueron a un piso "cedido por una
amiga", que tenía un contrato de alquiler con la Empresa Municipal de la
Vivienda y Suelo de Madrid. Ángel trabajaba en una empresa de
construcción, donde llegó a ganar 2.000 euros al mes. “Siempre pagamos
el alquiler y todos los gastos de comunidad”, asegura Susana. En 2008,
comenzaron los problemas: la compañía quebró y él se quedó en paro. En
2012, la EMVS los desalojó por estar en situación irregular. Solución:
ocupar ilegalmente un piso de la empresa en el mismo edificio.
Desahuciados de nuevo un año después, ocupan un piso del banco malo
desde julio de 2013 en Villaverde. Susana no ve otra salida.
- (6) Un empleo con un sueldo de
3.000 euros, un piso ya pagado, deportes de riesgo los fines de semana y
una familia. Todo es parte del pasado de Carlos Rupérez, de 44 años.
Divorciado desde hace tres años y en paro desde hace dos, a este
madrileño le queda una ayuda social de 420 euros al mes, de los cuales
200 son para la pensión de su exmujer y de su hija, de ocho años, y 180
para el alquiler de una habitación en Atocha. Este mecánico, que
trabajaba en el mantenimiento de los aviones de Iberia, pasa cinco horas
diarias en el metro pidiendo para poder comer. “Lo que hago es
mendigar, no hay otra definición. Se me cae la cara de vergüenza”,
admite. A sus padres les cuenta que hace pequeños trabajos para no
preocuparles.
- (7) Rafael González sigue teniendo coche y calefacción en casa, pero no los
usa. A este madrileño de 36 años, el 'boom' de la construcción se lo dio
todo. “Tengo piso propio ya pagado, coche, mujer y un hijo de 11 años”.
Pero la crisis le quitó su trabajo de pintor. “Llegué a ganar 9.000
euros al mes y ahora es lo único que no tengo: dinero”. Lleva tres años
en paro y, aunque sus familiares le ayudan, decidió empezar “hace poco” a
pedir dinero en la calle, casi siempre en la plaza de Callao de la
capital. “¡El niño quiere unas zapatillas nuevas! Me da vergüenza, lo
hago por él”.
- (8) César entra en el vagón de la línea 5 del metro de Madrid, guitarra a
mano. Toca ‘Wish You Were Here’, el tema clásico de Pink Floyd. Es lo
mejor que sabe hacer este estudiante madrileño de 26 años para conseguir
algo de dinero con el que ayudar a su familia. Sus padres, con quienes
vive en el barrio de Lavapiés, están en el paro, ya son mayores y no
tienen ningún tipo de ingreso. Cuando su padre trabajaba de protésico
dental para una clínica, tenía una vida cómoda, “más o menos estable”.
Dos vigilantes del metro le echan del tren al ver su guitarra. “¡Sabes
que está prohibido tocar aquí!”. Tres horas después, César está en la
estación de Cartagena, de la línea 7, tocando una vez más los primeros
acordes de ‘Wish You Were Here’. “Así es la vida, colega”.
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