4.3.15

Playmates... las primeras... las que hicieron historia. Los tres pilares del 'Play Boy'

" Después de la guerra, cuando se levantó el racionamiento de papel, aparecieron nuevas revistas (...); todas ellas tenían como ilustración principal a una alta y rubia belleza californiana en traje de baño llamada Irish Mc-Calla y a una atractiva morena, algo diabólica y dominante, llamada Bettie Page, que era de Florida. 

Esas dos mujeres, más que ninguna otra modelo de fotos, fueron las protagonistas de las fantasías eróticas de miles de hombres en los años de la posguerra, y siguieron siendo populares en los años cincuenta cuando apareció DianeWebber, cada vez más desnuda." (Gay Talese: La mujer de tu prójimo. Ed. Debate, 2011, 1ª ed. ingl. 1980, p. 74)





 


 



 




Iris McCalla               (Fanpix)

"Irish McCalla, fué la actriz voluptuosa mejor recordada como la heroína "Sheena, reina de la selva", sacada del libro de historietas de Tarzán,para la televisión en la década de 1950(...)

"Sheena", una serie de acción inusual de un superhéroe femenino, en una época en la que se esperaba que las mujeres criasen niños y horneasen galletas, tuvo 26 episodios en 1956. (...)

McCalla siguió siendo popular en las convenciones de superhéroes hasta su muerte. (...)

McCalla era tan alta, que su estudio nunca pudo encontrar dobles femeninos con su aspecto. Así que ella se balanceaba y trepaba a los árboles con su chimpancé mascota, Chim.  

Es decir, hasta que calculó mal su balanceo mientras se aferraba a su liana y se estrelló contra un árbol, rompiéndose una rodilla. Después de eso, los productores contrataron a dobles masculinos, vestidos con piel de leopardo y pelucas rubias. (...)"      (MYRNA OLIVER | TIMES STAFF WRITER)

 






































Bettie Page        (Gallery ,   pin-up)

"No había nadie en lugar alguno como Bettie Page. Ella pensaba por sí misma. Hizo su propio camino. Era independiente. Page se construyó a sí misma, no cargando prejuicios de tipo alguno y no reconocía barreras para el desarrollo personal. (...)

A donde fuera, hiciera lo que hiciera, la gente se distraía y tropezaba a causa de su imagen: la sonrisa pícara, el cabello negro, la figura impecable. Finalmente, en 1945, una de estas personas le consiguió una audición, esperanzada en visitar Hollywood donde, desafortunadamente, la 20th Century Fox no manejó bien su prueba de cámara. "Me peinaron y maquillaron para que me viera como una caricatura de Joan Crawford" recordaba en su acento sureño que nunca perdió y del que Hollywood se quejó. 

"Era horrible. Hicieron la prueba para mí; apenas me podía reconocer". Huyó del lugar cuando un productor le prometió una lucrativa carrera en las películas a cambio de favores sexuales.  (...)

Tampoco estuvo interesada en las atenciones del extravagante director, aviador e inventor Howard Hughes, quien también la persiguió. (...)

A finales de los años 40, los conocidos como "clubs de fotografía" se formaron, como medio para eludir las restricciones legales en la producción de fotografías de desnudos. (...)

Con su atractiva figura y rostro, inocentemente y de modo quizá inevitable, se vio arrastrada al mundo del "cheesecake" modelando risueñamente, donde Page era prolífica. Casi inmediatamente se convirtió en una cara y figura reconocida, (...)

Posando para estas fotografías (algunas por la aclamada fotógrafa de modas Bunny Yeager), muchos de los testigos de las mismas recuerdan como Page parecía comandar las mismas como si de un director de cine se tratase. Sin pretenderlo (y sin siquiera darse cuenta), porque su ingenuidad y personalidad dominante hacían de Page la fuerza creadora que controlaba mucho de su trabajo.

"Generalmente posaba feliz, y eso parecía transmitirse en las fotografías" explicaba Page. "Nadie sabía esto, pero solía imaginarme que el de la cámara era mi novio y yo estaba haciéndole el amor. Era entretenido bromear con el chico con la cámara hasta que el estaba sincronizado con el humor del que estaba yo ese día"  (...)

Desde 1952 hasta 1957 posó para el fotógrafo Irving Klaw para fotografías a pedido vía correo con temática pin-up, bondage o sadomasoquista, convirtiéndola en la primera modelo de bondage famosa. (...)

Berghof y su esposa, Uta Hagen (ambos famosos exponentes del método Stanislavsky de actuación) estaban impresionados por una escena, sin embargo, le preguntaron a Page qué era lo que expresaba en base a sus experiencias para lograr crear la sensación de remordimiento y trágica realidad que proyectaba en el escenario. Page les respondió "Pensaba en todas las cosas terribles que he hecho y cómo Dios me iba a castigar por todos mis pecados."  (...)

fundador de Playboy, Hugh Hefner, seleccionó una para usar como la fotografía central de la "Playmate del mes" en enero de 1955. La famosa foto muestra a Page, vistiendo sólo un gorro de Santa Claus, arrodillada frente a un árbol de Navidad, sosteniendo un adorno y guiñando juguetonamente un ojo a la cámara.

En 1955, Bettie ganó el título "Miss Pinup Girl of the World". También se hizo conocida como la "Reina de las curvas" y "El ángel negro". Mientras que las modelos pin-up y glamour frecuentemente tenían carreras que duraban sólo meses, Page estuvo en demanda por varios años, continuando su carrera de modelo hasta 1957. Aunque frecuentemente posaba desnuda, nunca apareció en escenas con contenido sexual explícito. (...)"                    (Wikipedia)































"Diane Webber ganaba ochenta dólares a la semana con tres espectáculos por noche, seis noches a la semana, bailando como chica del coro de talentos de la categoría de Sophie Tucker. 

Usaba una ropa modesta que solo dejaba al descubierto su vientre, pero mientras se cambiaba en el camerino experimentó por primera vez el estar desnuda ante un grupo de personas y pudo ver cómo era su cuerpo comparado con los de las otras mujeres.

 En la comparación el suyo salía bien parado, y por lo tanto no se sorprendió cuando una amiga corista le sugirió que podría ganarse un dinerillo extra como modelo de fotos y le dio el nombre de un profesor de arte de Berkeley, que había pagado veinte dólares a otras bailarinas por una breve sesión de desnudo fotográfico en su estudio.

Tímidamente, Diane se presentó en la residencia del profesor, pero los modales indiferentes y formales de este la tranquilizaron. Se quitó la ropa y se quedó desnuda ante él. Observó que retrocedía y oyó el sonido de la cámara. 

La oyó una y otra vez hasta que, sin que él le diera ninguna instrucción, ella empezó a moverse como una bailarina de ballet, moviendo lentamente los brazos, haciendo girar el cuerpo, de pun-tillas sobre los pies mientras oía una música interior y el clic de la cámara; y entonces olvidó la presencia del profesor. 

Solo era consciente de su propio cuerpo como elemento inspirado que ella dominaba artística-mente y con el que podía elevarse por encima de sus propias limitaciones. A pesar de estar desnuda, no sintió vergüenza. Se sintió llena de vida interior mientras bailaba, llena de intimidad, de soledad, muy concentrada en las emociones que quizá se proyectarían externamente en sus movimientos o expresiones, pero no sabía, no veía el efecto que estaba causando en el profesor detrás de la cámara. 

Apenas podía percibir su opaca y grisácea figura a lo lejos. Diane se había quitado las gafas y era bastante miope.

Al regresar a Los Angeles después de completar la temporada en el club nocturno, Diane tomó la iniciativa y telefoneó a varios fotógrafos de moda que figuraban en el listín de teléfonos solicitándoles una entrevista. Llamó a gente como David Balfour y Keith Bernard, Peter Gowland y André de Dienes, William Graham y Ed Lange, entre otros. 

Casi todos ellos se sintieron atraídos por Diane, y les impresionó el hecho de que una chica joven tan atractiva estuviera dispuesta a posar desnuda. Cuando menos, ella iba veinte años por delante de su tiempo.

En 1954, a los veintiún años, sus fotografías empezaron a publicarse en revistas de desnudos de todo el país. En 1955, después de que se hubieran enviado una serie de fotos suyas en color a la revista Playboy en Chicago, el joven editor Hugh Hefner las examinó en su despacho y quedó impresionado de inmediato. (...)


Hefner tenía veintiocho años cuando vio por primera vez las fotos de Diane Webber, y hacía dos años que su revista estaba en circulación. En 1953 él mismo había compaginado el primer número de Playboy sobre la mesa de la cocina del piso que compartía con su mujer y su hijita, y ahora tenía treinta empleados que ocupaban un edificio de cuatro plantas cerca del centro de Chicago.

 El estaba sentado detrás de un moderno escritorio blanco en forma de ele en su amplio despacho de la última planta con las fotos de Diane Webber delante.

Mientras examinaba con toda naturalidad cada foto, nada en él in-dicaba lo tímido que se había mostrado ante cualquier indicio de desnu-do, o lo avergonzado que se había sentido de adolescente debido a los sueños eróticos que había tenido en el dormitorio infantil de su purita-no hogar.

 Ahora, un próspero director de una revista orientada al sexo, separado de su mujer, y durmiendo con dos de sus jóvenes empleadas, el erotismo fantasioso de Hugh Hefner se había hecho realidad. La revista que él creara le había vuelto a crear a él mismo.

Prácticamente vivía entre las páginas satinadas; dormía en un pequeño dormitorio detrás de su despacho, y trabajaba día y noche en el diseño y el color, las ilustraciones y los pies de foto, la realidad y la ficción, leyendo con sumo cuidado cada línea, del mismo modo que ahora examinaba meticulosamente y con una lente de aumento las fotografías de Diane Webber.

En la primera foto, ella bailaba con los pechos al descubierto en un estudio de ballet, vestida con mallas negras que revelaban la fuerza y gracia de sus muslos, los tobillos, las nalgas redondas. Tenía el vientre plano; la espalda, suave y fuerte, no estaba marcada por los músculos que a menudo tienen las bailarinas; y, aunque estaba en movimiento, no le brillaba la piel por el sudor.

 Esto impresionó a Hefner, que en su juventud sudaba profusamente, en especial cuando tocaba con las manos la cintura de una chica en los bailes de la escuela, o cuando le pasaba el brazo por encima del hombro en las salas de cine.

Lentamente, siguió el contorno de los pechos de Diane Webber, que eran grandes y firmes, y de los pezones, rojos y erectos. Le maravilló su tamaño perfecto y se imaginó la sensación que le producirían en sus manos, un pensamiento que él sabía que se les ocurriría a miles de hombres en cuanto esas fotos se publicaran en su revista.

Hefner se identificaba mucho con los hombres que le compraban la revista. Por las cartas que recibía y por las impresionantes cifras de venta de Playboy, sabía que lo que le atraía a él, atraía a los demás; a veces se imaginaba como un proveedor de fantasías, una celestina mental entre sus lectores y las mujeres que adornaban sus páginas. 

Cada mes, después de completar un nuevo número bajo su dirección personal, podía contemplar de forma predecible los momentos sexualmente álgidos de los hombres solitarios de todo Estados Unidos que se exitaban por su selección. 

Se trataba de viajantes de comercio en habitaciones de moteles, soldados en maniobras, universitarios en dormitorios estudiantiles, ejecutivos en avión en cuyas carteras viajaba una revista como una acompañante secreta. 

Se trataba de hombres casados e insatisfechos, personas con aspiraciones y medios moderados, aburridos de sus vidas, sin inspiración en sus trabajos, que buscaban un escape temporal mediante aventuras sexuales con más mujeres de las que tenían la habilidad de conseguir, o el dinero, el poder o el genuino placer de conseguir.

Hefner comprendía esa situación; la había experimentado en sus primeros años de matrimonio cuando se escapaba del lado de la mujer con quien dormía para hacer largas caminatas nocturnas por la ciudad. (...)


Durante el día, desnudaba mentalmente a algunas mujeres que veía por la calle o en parques o entrando en un coche, y aunque no decía ni hacía nada, ni intercambiaba una mirada con ellas, sentía una tranquila excitación, y podía recrear la imagen de esas mujeres semanas después en su mente cinematográfica, podía verlas con tanta claridad como ahora contempla-ba las fotos de la bailarina desnuda en su escritorio.

Mirando con la lupa, se concentró en la barbilla alzada de Diane Webber, sus labios sensuales y sus grandes ojos almendrados que le devolvían la mirada con una expresión incitante y distante al mismo tiempo. Le intrigó su manera de mirarle directamente y, sin embargo, de permanecer distante a la reacción que inspiraba.

 Era como si apareciera desnuda por primera vez; quizá aún fuera inocente con respecto a los hombres, que era exactamente la actitud que Hefner quería que expresaran los desnudos de su revista, aunque muy pocas «chicas del mes» habían conseguido esa actitud hasta la fecha. 

Empezando con Marilyn Monroe en el primer número de diciembre de 1953, todas las demás que habían sido portada de Playboy eran modelos profesionales que transmitían seguridad en sí mismas y experiencia; eran mujeres que habían vivido."     
  
 (Gay Talese: La mujer de tu prójimo. Ed. Debate, 2011, 1ª ed. ingl. 1980, p. 34/8)

4 comentarios :

Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...
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Anónimo dijo...

Eso era belleza natural no como lo de ahora pura anorexica.salu2.

Anónimo dijo...

Fap fap fap a su salud :D