30.9.15

El día a día... del 'porno'
























“Consumir pornografía no lleva a tener más sexo, sino a más pornografía. Es parecido a comer McDonalds todos los días, lo que te acostumbrará a comer comida, aunque disfrutable, pero que no es comida real. La pornografía condiciona al consumidor a estar satisfecho con una impresión de sexo extremo más que el sexo extremo real”. 

Sophie Ebrard dejó atrás los trabajos publicitarios para marcas como Rolex, Vodafone o Adidas, para alimentar intereses personales. Fue así como llegó a una fiesta swinger buscando parejas que aceptaran posar desnudas para su cámara, y donde conoció al director pornográfico Gazzman. 

Con una amplia trayectoria en el cine para adultos, Gazzman se dedica desde el 2003 a dirigir, producir y editar material pornográfico. Al conocer los intereses de Sophie, Gazzman le realizó una oferta a la cual no se podía negar: acompañarlo en su gira de grabación para documentar el detrás de cámaras de la gran industria. 

Semanas después de ese primer encuentro, Sophie ya era partícipe de un rodaje porno en un estacionamiento de Los Angeles, convirtiéndose en fotógrafa no oficial, psiquiatra y responsable del lubricante. La intención de la fotógrafa era clara: evitar retratar la industria con la inclusión deliberada de cables y cámaras, y centrarse en los humanos cuya profesión los llevaba a mantener sexo frente a una cámara.

Por cuatro años, Sophie acompañó a Gazzman alrededor del mundo, siendo una voyeurista más de las escenas de sexo, pero también un miembro de la producción, confidente e incluso amiga de los actores. Aunque sus estereotipos alrededor de los actores la llevaban a pensar que se trataba de personas pervertidas y  locas, se percató que en realidad eran personas bastante ‘normales’, que entendían que la pornografía era sólo una profesión.

Así surgió el proyecto It’s just love que consta de 32 fotografías, testimonios de los actores y una canción curada por Massive Music para cada imagen. Curiosamente, la exposición del proyecto fue montada en la casa de la fotógrafa en la ciudad de Amsterdam. 

En sus palabras, tras sentirse una completa voyeurista por inmiscuirse en la vida de estas personas y ser testigo de su trabajo diario, decidió que su casa era el mejor lugar para exponer la obra pues resultaría así en una forma de compensar su acción. 

Ahora le tocaba ser ella la expuesta. Además, Sophie argumentó que la pornografía era un tema primordialmente casero, por lo que mantener el proyecto al interior de su casa, resultaría en una acción acorde al tema.

Lejos de las imágenes cargadas con sexualidad o erotismo que sí traen consigo una gratificación sexual, las fotografías de Sophie se concentran en mostrar la cotidianidad que ocurre en el detrás de cámaras; los descansos, la dirección de Grizzman, la amistad entre los actores, el montaje de la escena como tal. 

El trabajo de la fotógrafa con sede en Amsterdam nos recuerda que aquello que vemos en realidad es un simulacro del sexo, la construcción de un guión que no sólo incluye los absurdos diálogos, sino también las posiciones, el tipo de sexo y las reacciones fisiológicas. Nada pasa inadvertido a la guía del director de la película, quien debe cuidar cada detalle no sólo para recrear el acto sexual, sino para establecer un camino que vaya acorde a la excitación y el placer que la audiencia espera recibir en cada minuto de la grabación.

El objetivo de Sophie, en sus propias palabras, no reside en abrir el debate sobre si la pornografía es buena o se trata de un tipo de esclavitud moderna, sino tan sólo retratar una realidad que se esconde tras la ficción y a las personas que más que centímetros de pene o tallas de la copa, son seres humanos. Los íntimos retratos de la fotógrafa les permiten mostrarse bellos en el desnudo y humanos a pesar de su profesión que experimenta críticas, estereotipos y tabúes.

Dado que uno de sus objetivos residía en mostrar al ser humano detrás de la estrella porno, Sophie también se interesó en platicar con los actores para conocer qué había detrás de los implantes, los bronceados falsos y los orgasmos fingidos. Durante los cuatro años invertidos en este trabajo, la fotógrafa se encontró con un amplio mosaico de personalidades, en muchas ocasiones completamente opuestas a aquellas que se muestran en las películas. 

Con la oportunidad de conocer y retratar quiénes son en realidad los actores porno, Sophie también descubrió que muchos de ellos se internan en la industria no por un genuino interés por saciar sus placeres más oscuros o dar rienda suelta a su libertinaje, sino en realidad como un trabajo más. (...)"            (Alejandro Campos, Cultura Colectiva, septiembre 21, 2015)

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