" Después de la guerra,
cuando se levantó el racionamiento de papel, aparecieron nuevas revistas (...); todas ellas tenían como
ilustración principal a una alta y rubia belleza californiana en traje de baño
llamada Irish Mc-Calla
y a una atractiva morena, algo diabólica y dominante, llamada Bettie Page, que
era de Florida.
Esas dos mujeres, más que ninguna otra modelo de fotos, fueron
las protagonistas de las fantasías eróticas de miles de hombres en los años de
la posguerra, y siguieron siendo populares en los años cincuenta cuando
apareció DianeWebber, cada vez más desnuda." (Gay Talese: La mujer
de tu prójimo. Ed. Debate, 2011, 1ª ed. ingl. 1980, p. 74)
"Irish
McCalla, fué la actriz voluptuosa mejor recordada como la heroína "Sheena, reina de la selva", sacada del libro de
historietas de Tarzán,para la
televisión en la década de 1950(...)
"Sheena", una serie de acción inusual de un superhéroe femenino, en una época en la que se esperaba que las mujeres criasen niños y horneasen galletas, tuvo 26 episodios en 1956. (...)
McCalla siguió siendo popular en las
convenciones de superhéroes hasta su muerte. (...)
McCalla era tan alta, que su estudio nunca pudo encontrar dobles femeninos con su aspecto. Así que ella se balanceaba y trepaba a los árboles con su chimpancé mascota, Chim.
Es
decir, hasta que calculó mal su balanceo mientras se aferraba a
su liana y se estrelló contra un árbol, rompiéndose una
rodilla. Después de eso, los productores contrataron a dobles masculinos, vestidos con piel de leopardo y pelucas rubias. (...)" (MYRNA OLIVER | TIMES STAFF WRITER)
"No había nadie en lugar alguno como Bettie Page. Ella pensaba por sí
misma. Hizo su propio camino. Era independiente. Page se construyó a sí
misma, no cargando prejuicios de tipo alguno y no reconocía barreras
para el desarrollo personal. (...)
A donde fuera, hiciera lo que hiciera, la gente se distraía y tropezaba a
causa de su imagen: la sonrisa pícara, el cabello negro, la figura
impecable. Finalmente, en 1945, una de estas personas le consiguió una
audición, esperanzada en visitar Hollywood donde, desafortunadamente, la
20th Century Fox no manejó bien su prueba de cámara. "Me peinaron y maquillaron para que me viera como una caricatura de Joan Crawford"
recordaba en su acento sureño que nunca perdió y del que Hollywood se
quejó.
"Era horrible. Hicieron la prueba para mí; apenas me podía
reconocer". Huyó del lugar cuando un productor le prometió una lucrativa
carrera en las películas a cambio de favores sexuales. (...)
Tampoco estuvo interesada en las atenciones del extravagante director, aviador e inventor Howard Hughes, quien también la persiguió. (...)
A finales de los años 40, los conocidos como "clubs de fotografía" se
formaron, como medio para eludir las restricciones legales en la
producción de fotografías de desnudos. (...)
Con su atractiva figura y rostro, inocentemente y de modo quizá
inevitable, se vio arrastrada al mundo del "cheesecake" modelando
risueñamente, donde Page era prolífica. Casi inmediatamente se convirtió
en una cara y figura reconocida, (...)
Posando para estas fotografías (algunas por la aclamada fotógrafa de
modas Bunny Yeager), muchos de los testigos de las mismas recuerdan como
Page parecía comandar las mismas como si de un director de cine se
tratase. Sin pretenderlo (y sin siquiera darse cuenta), porque su
ingenuidad y personalidad dominante hacían de Page la fuerza creadora
que controlaba mucho de su trabajo.
"Generalmente posaba feliz, y eso parecía transmitirse en las
fotografías" explicaba Page. "Nadie sabía esto, pero solía imaginarme
que el de la cámara era mi novio y yo estaba haciéndole el amor. Era
entretenido bromear con el chico con la cámara hasta que el estaba
sincronizado con el humor del que estaba yo ese día" (...)
Desde 1952 hasta 1957 posó para el fotógrafo Irving Klaw para fotografías a pedido vía correo con temática pin-up, bondage o sadomasoquista, convirtiéndola en la primera modelo de bondage famosa. (...)
Berghof y su esposa, Uta Hagen (ambos famosos exponentes del método
Stanislavsky de actuación) estaban impresionados por una escena, sin
embargo, le preguntaron a Page qué era lo que expresaba en base a sus
experiencias para lograr crear la sensación de remordimiento y trágica
realidad que proyectaba en el escenario. Page les respondió "Pensaba en
todas las cosas terribles que he hecho y cómo Dios me iba a castigar por
todos mis pecados." (...)
fundador de Playboy, Hugh Hefner, seleccionó una para usar como la fotografía central de la "Playmate
del mes" en enero de 1955. La famosa foto muestra a Page, vistiendo sólo
un gorro de Santa Claus, arrodillada frente a un árbol de Navidad, sosteniendo un adorno y guiñando juguetonamente un ojo a la cámara.
En 1955, Bettie ganó el título "Miss Pinup Girl of the World".
También se hizo conocida como la "Reina de las curvas" y "El ángel
negro". Mientras que las modelos pin-up y glamour frecuentemente tenían
carreras que duraban sólo meses, Page estuvo en demanda por varios años,
continuando su carrera de modelo hasta 1957. Aunque frecuentemente
posaba desnuda, nunca apareció en escenas con contenido sexual
explícito. (...)" (Wikipedia)
"Diane Webber ganaba ochenta dólares a la semana con tres
espectáculos por noche, seis noches a la semana, bailando como chica del coro
de talentos de la categoría de Sophie Tucker.
Usaba una ropa modesta que solo
dejaba al descubierto su vientre, pero mientras se cambiaba en el camerino
experimentó por primera vez el estar desnuda ante un grupo de personas y pudo
ver cómo era su cuerpo comparado con los de las otras mujeres.
En la
comparación el suyo salía bien parado, y por lo tanto no se sorprendió cuando
una amiga corista le sugirió que podría ganarse un dinerillo extra como modelo
de fotos y le dio el nombre de un profesor de arte de Berkeley, que había
pagado veinte dólares a otras bailarinas por una breve sesión de desnudo
fotográfico en su estudio.
Tímidamente, Diane se presentó en la residencia del
profesor, pero los modales indiferentes y formales de este la tranquilizaron.
Se quitó la ropa y se quedó desnuda ante él. Observó que retrocedía y oyó el
sonido de la cámara.
La oyó una y otra vez hasta que, sin que él le diera
ninguna instrucción, ella empezó a moverse como una bailarina de ballet,
moviendo lentamente los brazos, haciendo girar el cuerpo, de pun-tillas sobre
los pies mientras oía una música interior y el clic de la cámara; y entonces
olvidó la presencia del profesor.
Solo era consciente de su propio cuerpo como
elemento inspirado que ella dominaba artística-mente y con el que podía
elevarse por encima de sus propias limitaciones. A pesar de estar desnuda, no
sintió vergüenza. Se sintió llena de vida interior mientras bailaba, llena de
intimidad, de soledad, muy concentrada en las emociones que quizá se
proyectarían externamente en sus movimientos o expresiones, pero no sabía, no
veía el efecto que estaba causando en el profesor detrás de la cámara.
Apenas
podía percibir su opaca y grisácea figura a lo lejos. Diane se había quitado
las gafas y era bastante miope.
Al regresar a Los Angeles después de completar la temporada
en el club nocturno, Diane tomó la iniciativa y telefoneó a varios fotógrafos
de moda que figuraban en el listín de teléfonos solicitándoles una entrevista.
Llamó a gente como David Balfour y Keith Bernard, Peter Gowland y André de
Dienes, William Graham y Ed Lange, entre otros.
Casi todos ellos se sintieron
atraídos por Diane, y les impresionó el hecho de que una chica joven tan
atractiva estuviera dispuesta a posar desnuda. Cuando menos, ella iba veinte
años por delante de su tiempo.
En 1954, a los veintiún años, sus fotografías empezaron a
publicarse en revistas de desnudos de todo el país. En 1955, después de que se
hubieran enviado una serie de fotos suyas en color a la revista Playboy en
Chicago, el joven editor Hugh Hefner las examinó en su despacho y quedó
impresionado de inmediato. (...)
Hefner tenía veintiocho años cuando vio por primera vez las
fotos de Diane Webber, y hacía dos años que su revista estaba en circulación.
En 1953 él mismo había compaginado el primer número de Playboy sobre la mesa de
la cocina del piso que compartía con su mujer y su hijita, y ahora tenía
treinta empleados que ocupaban un edificio de cuatro plantas cerca del centro
de Chicago.
El estaba sentado detrás de un moderno escritorio blanco en forma
de ele en su amplio despacho de la última planta con las fotos de Diane Webber
delante.
Mientras examinaba con toda naturalidad cada foto, nada en
él in-dicaba lo tímido que se había mostrado ante cualquier indicio de
desnu-do, o lo avergonzado que se había sentido de adolescente debido a los
sueños eróticos que había tenido en el dormitorio infantil de su purita-no
hogar.
Ahora, un próspero director de una revista orientada al sexo, separado
de su mujer, y durmiendo con dos de sus jóvenes empleadas, el erotismo
fantasioso de Hugh Hefner se había hecho realidad. La revista que él creara le
había vuelto a crear a él mismo.
Prácticamente vivía entre las páginas satinadas; dormía en
un pequeño dormitorio detrás de su despacho, y trabajaba día y noche en el
diseño y el color, las ilustraciones y los pies de foto, la realidad y la ficción,
leyendo con sumo cuidado cada línea, del mismo modo que ahora examinaba
meticulosamente y con una lente de aumento las fotografías de Diane Webber.
En la primera foto, ella bailaba con los pechos al
descubierto en un estudio de ballet, vestida con mallas negras que revelaban la
fuerza y gracia de sus muslos, los tobillos, las nalgas redondas. Tenía el
vientre plano; la espalda, suave y fuerte, no estaba marcada por los músculos
que a menudo tienen las bailarinas; y, aunque estaba en movimiento, no le
brillaba la piel por el sudor.
Esto impresionó a Hefner, que en su juventud
sudaba profusamente, en especial cuando tocaba con las manos la cintura de una
chica en los bailes de la escuela, o cuando le pasaba el brazo por encima del
hombro en las salas de cine.
Lentamente, siguió el contorno de los pechos de Diane Webber,
que eran grandes y firmes, y de los pezones, rojos y erectos. Le maravilló su
tamaño perfecto y se imaginó la sensación que le producirían en sus manos, un
pensamiento que él sabía que se les ocurriría a miles de hombres en cuanto esas
fotos se publicaran en su revista.
Hefner se identificaba mucho con los hombres que le
compraban la revista. Por las cartas que recibía y por las impresionantes
cifras de venta de Playboy, sabía que lo que le atraía a él, atraía a los
demás; a veces se imaginaba como un proveedor de fantasías, una celestina
mental entre sus lectores y las mujeres que adornaban sus páginas.
Cada mes,
después de completar un nuevo número bajo su dirección personal, podía contemplar
de forma predecible los momentos sexualmente álgidos de los hombres solitarios
de todo Estados Unidos que se exitaban por su selección.
Se trataba de
viajantes de comercio en habitaciones de moteles, soldados en maniobras,
universitarios en dormitorios estudiantiles, ejecutivos en avión en cuyas
carteras viajaba una revista como una acompañante secreta.
Se trataba de
hombres casados e insatisfechos, personas con aspiraciones y medios moderados,
aburridos de sus vidas, sin inspiración en sus trabajos, que buscaban un escape
temporal mediante aventuras sexuales con más mujeres de las que tenían la
habilidad de conseguir, o el dinero, el poder o el genuino placer de conseguir.
Hefner comprendía esa situación; la había experimentado en
sus primeros años de matrimonio cuando se escapaba del lado de la mujer con quien
dormía para hacer largas caminatas nocturnas por la ciudad. (...)
Durante el día, desnudaba mentalmente a algunas mujeres que
veía por la calle o en parques o entrando en un coche, y aunque no decía ni
hacía nada, ni intercambiaba una mirada con ellas, sentía una tranquila
excitación, y podía recrear la imagen de esas mujeres semanas después en su
mente cinematográfica, podía verlas con tanta claridad como ahora contempla-ba
las fotos de la bailarina desnuda en su escritorio.
Mirando con la lupa, se concentró en la barbilla alzada de
Diane Webber, sus labios sensuales y sus grandes ojos almendrados que le devolvían
la mirada con una expresión incitante y distante al mismo tiempo. Le intrigó su
manera de mirarle directamente y, sin embargo, de permanecer distante a la
reacción que inspiraba.
Era como si apareciera desnuda por primera vez; quizá
aún fuera inocente con respecto a los hombres, que era exactamente la actitud
que Hefner quería que expresaran los desnudos de su revista, aunque muy pocas
«chicas del mes» habían conseguido esa actitud hasta la fecha.
Empezando con
Marilyn Monroe en el primer número de diciembre de 1953, todas las demás que
habían sido portada de Playboy eran modelos profesionales que transmitían
seguridad en sí mismas y experiencia; eran mujeres que habían vivido."
(Gay Talese: La mujer
de tu prójimo. Ed. Debate, 2011, 1ª ed. ingl. 1980, p. 34/8)
4 comentarios :
Eso era belleza natural no como lo de ahora pura anorexica.salu2.
Fap fap fap a su salud :D
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