"Es el relato de una pareja de adolescentes que viven en la calle.
Se conocieron bajo un puente cuando todavía eran casi niños y desde
entonces decidieron vivir juntos. Ahora son adolescentes y ella está
embarazada de ocho meses.
Esta es una historia de amor… si de amor, hace mucho que no se lee
sobre el amor en las noticias y menos aún cuando se trata de vivir el
amor en tiempos de miseria como le toca a Gonzalo y Mayra."
Sebastián Salguero (texto y fotos)
Se conocieron hace 3,5 años en un bar del abasto, tenían 14 y 13
años, se enamoraron y Gonzalo se fue a vivir bajo el puente Centenario
de Córdoba donde ella vivía con su flia., desde ese día fueron
inseparables.
Un tiempo después decidieron armar su “rancho”, como le dicen ellos y
comenzaron a convivir.
Por una u otra razón mudaban de lugar el rancho;
del puente al río, del río a la costanera, de la costanera al río.
Hoy estos jóvenes tienen 17 y 16 años viven en la “planta baja” de un
tanque de agua (que no tiene agua) abandonado, en la esquina de Avenida
Maipú y Costanera debajo de Mabel, mamá de Mayra.
Mabel no para, trabaja haciendo limpieza una vez por semana el resto
del tiempo busca trabajo y pide ayuda a los organismos públicos: la
burocracia le sacó kilómetros de ventaja y está cansada de “remarla”.
Me cansé de ir al (Ministerio de) Solidaridad para anotarme por un
subsidio o una vivienda y no consigo nada, no tengo DNI ni domicilio
entonces no me puedo inscribir y, si no me puedo inscribir, no puedo
entrar en una lista.
Me dicen que tenemos que estar en una situación
crítica, y esto, no es una situación límite? Encima me piden que
contrate un fotógrafo para que lleve fotos del rancho donde vivimos”.
Si alguna vez se detuvo en el semáforo de Costanera y Maipú es
posible que haya mirado ese tanque, que los haya visto o que Gonzalo le
haya limpiado el parabrisas. Si, limpia vidrios y no roba, cuenta,
trabaja para juntar la plata que necesitan para comer los dos, ahora
tres, porque Mayra está embarazada.
“Gloria, vendeme un yogur para la
Mayra, dice Gonzalo, mientras cuenta las monedas que juntó en la
esquina.
Hay días buenos de 50 pesos, otros de 5pesos y otros que no se come.
“No consigo nada de trabajo porque soy chico, encima no tengo DNI ni
plata para hacerlo. No me queda otra que trabajar en la calle, me da un
poco de miedo porque ya cumplo 18 y si la cana me agarra sin DNI seguro
me lleva solo porque me ven “negrito”.
Te meten con cualquiera. Me llega a pasar cuando tengamos al bebé, me
muero porque no quiero dejar a la Mayra sola”, se angustia. Mayra se dio cuenta del embarazo por los mareos y vómitos. “Al principio
tuvimos miedo por la situación en que vivimos y el lugar donde estamos,
pero después nos pusimos chochos cuando vimos que se movía, nos
hicimos todos los controles y la ecografía” cuenta Mayra, recostada con
Gonzalo en un colchón sobre tarimas de madera que encontraron en la
calle.
”Me tengo que cuidar mucho de los virus, me dijeron, acá se llena
de perros enfermos con sarna y parvovirus tengo que sacar todo del
rancho y tirar lavandina para mantener limpio el lugar. Ojalá tuvieramos
un lugar decente para criar al bebé, y yo pueda trabajar en casa con lo
que aprendí en el taller de repostería, pero acá no hay nada, ni agua
ni luz ni siquiera baños”.
Como si fuera poco y a pesar de su miseria, hace unos días,
desconocidos entraron a su rancho y se llevaron toda la ropa y las pocas
pertenencias que tenían allí.”Hasta la ropita del bebé se llevaron”,
cuentan con pena.
A pesar de todo y aunque no parezca, esta es una historia de amor de
verdad. Gonzalo sigue trabajando y haciendo los esfuerzos, mientras que
Mayra cuida la panza y se hace los controles médicos para que en los
primeros días de enero de 2009 llegue Ángel Daniel, si es varón.
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