12.12.11

"Hollywood es un lugar donde te pagan 1.000 dólares por un beso y 50 centavos por tu alma. Lo sé porque rechacé la primera oferta bastante a menudo y cobré siempre los 50 centavos"

Milton H. Greene fotografió a Marilyn Monroe durante sus años de mayor esplendor. Su fama como fotógrafo se la debe al trabajo que realizó con la actriz entre 1953 y 1957, época a la que pertenecen estas imágenes

 

" En 1954 Marilyn Monroe hacía los equilibrios propios de una estrella que está en la cresta de la ola. Recién casada con Joe DiMaggio y pese a que solo tenía 28 años, le pareció un buen momento para escribir sus memorias y así aclarar en primera persona las confusas historias que circulaban sobre su infancia y adolescencia, su fugaz primer matrimonio o sus orígenes en Hollywood. 

Además, escribir su vida le permitiría demostrar que aunque se había hecho famosa con papeles de encantadora rubia tonta no lo era tanto. No solo tenía ideas propias sino que no le asustaba expresarlas. 

"Hollywood es un lugar donde te pagan 1.000 dólares por un beso y 50 centavos por tu alma. Lo sé porque rechacé la primera oferta bastante a menudo y cobré siempre los 50 centavos", escribe en uno de los capítulos de My story, editada ahora en España por Global Rhythm en una edición que incluye las imágenes exclusivas de uno de sus fotógrafos de cabecera, Milton H. Greene, quien por los azares que rodearon a este accidentado libro (oculto hasta 1974, 12 años después de la muerte de la actriz) acabó siendo dueño de sus derechos. (...)

Un mes después de las entrevistas, el guionista ya tenía el borrador. A la actriz le gustó, tenía su voz, era ella. Michel Schneider, autor del libro Últimas sesiones con Marilyn, que narra la terapia con el que sería su último y más influyente psicoanalista, Ralph Greenson, escribía hace poco que de todos los libros que existen sobre la estrella My story está entre los imprescindibles. "Aquí Marilyn se revela como una escritora dotada, vulnerable y sensible", dice Schneider.

Lo cierto es que el libro fluye a toda velocidad, en gran medida gracias a sus vivos diálogos. Parece ligero pero está cargado de intención. Hecht puso orden a los pensamientos de una mujer que ya mostraba su resentimiento hacia Hollywood y su tendencia depresiva:

"Sí, había algo especial en mí y sabía de qué se trataba. Yo era el tipo de chica a la que encuentran muerta en su dormitorio con un frasco de somníferos en la mano".

El libro recoge anécdotas e impresiones de sus años como actriz pobre y anónima ("Cuando recuerdo aquel Hollywood desesperado, embustero y pedigüeño que conocí hace tan solo unos años, me entra un poco de nostalgia. Era un lugar más humano que el paraíso primero soñado y luego encontrado.

La gente que lo poblaba, los impostores y fracasados, resultaban más llamativos que los hombres ilustres y los artistas famosos a quienes conocería muy pronto"); sus primeros choques con la realidad de aquel sueño ("En Hollywood la virtud de una chica importa menos que su peinado") y, una vez más, con los vaivenes de su propio ánimo ("Pero no todo era completamente negro... aún no. En realidad nunca lo es. Cuando eres joven y gozas de buena salud, el lunes puedes planear suicidarte y estar riendo de nuevo el miércoles").

Marilyn relata con una naturalidad que asusta cómo su primera experiencia sexual fue (aunque no use la palabra) una violación. O cómo su primer amor (que no fue su primer marido, sino un amante que tuvo años después y cuya identidad oculta porque es un hombre casado) la maltrataba:

"Cuando él entraba en mi habitación y me tomaba en sus brazos olvidaba todos mis problemas. Incluso olvidaba a Norma Jeane. Incluso olvidaba que no era fotogénica. [...] 'Lloras con demasiada facilidad', me decía. 'Es porque tu mente no está suficientemente desarrollada. Comparada con tus pechos, es embrionaria...' [...] No me importaba ser una estúpida si él me amaba. Yo andaba por el arroyo y él por la acera".

Finalmente, dejó al tipo, aguantó el tirón de la soledad como pudo y siguió su camino. Después, entró en su vida Johnny Hyde, el cazatalentos que convirtió a Norma Jeane en Marilyn y que fue, hasta su temprana muerte, su mejor amigo y aliado. (...)

La mujer más deseada de Hollywood llegaba tarde a las citas porque se distraía vaciando y llenando compulsivamente la bañera:

"A veces conozco la verdad de lo que estoy haciendo. No es Marilyn Monroe la que está en la bañera, sino Norma Jeane. Estoy dándole gusto a Norma Jeane. Solía tener que bañarse en el agua que habían utilizado seis u ocho personas. Ahora puedo bañarme en agua tan limpia y transparente como el cristal. Y parece que Norma nunca tenga suficiente agua limpia".               (El País, Vida y Artes, 11/12/2011, p. 42 )

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