"La persona entra en mi estudio. Yo le aconsejo que se desnude, si quiere, para dejar que el cuerpo también exprese la emoción, porque es mucho más liberador. Hacer algo que te vuelve más vulnerable, te convierte en más poderoso.
Creo que hay que crear imágenes de cuerpos que expresan emociones, para contrarrestar las montañas de imágenes de cuerpos vacíos de humanidad.
Coloco la persona, hago el encuadre, controlo la luz y le doy las siguientes instrucciones, antes de dejarla sola a sacarse fotos con el disparador. Les digo: "Hazte fotos en todo el proceso que ahora te voy a explicar.
Escoge una emoción entre la rabia, la desesperación y el terror. Actúa la emoción, pero no para la cámara, sino para ti mismo, para sentir cuando se vuelve real. No mires a la cámara, escucha en todo momento cómo te sientes.
Cuando notes que la emoción se ha vuelto real, intenta vaciarte completamente con un grito silencioso (porque el sonido le resta energía a la foto), con el cuerpo en la máxima tensión, empujando con la barriga para sacar hasta la última gota de aire emocional. Entonces estarás hecho polvo.
Así pasarás a la segunda fase: la escucha. ¿Qué emociones quedan ahora, después de todo esto? ¿Qué pensamientos te pasan por la mente? ¿Qué sensaciones físicas sientes en el cuerpo? Escucha tu respiración, visualiza el aire entrando y saliendo de tus pulmones."
Cuando la persona acaba (después de unos 10 minutos) le muestro a la persona en el ordenador las imágenes que ha realizado.
Al principio no nos gustamos nada. A veces, la persona incluso se asusta, porque no se reconoce, nunca se ha visto así. Ve otro dentro de sí y mientras lo mira se va de nuevo apropiando de él.
En 5 minutos esa imagen ya no da miedo, incluso llega a gustar, porque yo le ayudo a ver la fuerza, la maravillosa humanidad, el aspecto épico, heroico del personaje que sale en estas fotos..." (Cristina Núñez: Matar la heroína disparándose a sí misma. El País, 16/12/2010)
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