La familia Bolhos emprende un viaje en ferri desde Líbano a Turquía. Es
su primer paso en su periplo hasta Europa. Son refugiados sirios que
huyen de una guerra que ha causado más de 240.000 muertos en cinco años.
Um Alí, de 45 años (segunda por la izquierda) posa en la cubierta del
barco junto a tres de sus hijos: Alí (15 años); Shames (primera por la
derecha, 17), y Nur (12). En la imagen falta Hassan, de 10 años. Juntos
pretenden llegar ilegalmente a Grecia y, de allí, trasladarse a
Alemania.
Hamzi al Fayer tiene 14 años y viaja solo desde Líbano hasta Turquía. Es
el único menor sin acompañante entre los más de 500 pasajeros que
realizan esta ruta en su mismo barco. Reconoce abiertamente que su
intención es cruzar en patera hasta Grecia y que su meta es Alemania. Su
destino se unirá al de la familia Bolhos, y juntos arriesgarán su vida
por alcanzar el sueño europeo. En la imagen, Hamzi muestra su
documentación mientras espera en el puerto de Trípoli (norte de Líbano)
para embarcar en lo que será la primera etapa de su viaje.
Hamzi al Fayer, de 14 años, conoce a Alí Bolhos, de 15, a bordo del
ferri 'Lady Su'. Enseguida congenian y bromean en la cubierta del barco.
Um Alí, madre de Alí, acogerá a Hamzi como a un hijo hasta el final de
su viaje. En la imagen, los adolescentes posan para EL PAÍS durante su
trayecto hacia Turquía.
Ayman tiene 23 años. Nació en Tell Kalaj, en la frontera siria con el
norte de Líbano. Desempleado y sin posibilidad de estudiar, optó por
unirse al Ejército de Bachar el Asad. "Al poco tiempo me di cuenta de
que no era mi lugar. Vi cosas que no me gustaron, abusos, palizas. Pero,
una vez dentro, ya no puedes salir", explica. Así que desertó. Diez
días después, embarcó en un ferri en Líbano en dirección a Turquía. Allí
conoció a la familia Bolhos, junto a quienes prosiguió su viaje hacia
Europa.
El grupo de Um Alí está formado por sus cuatro hijos y Hamzi y Ayman,
los dos jóvenes a los que ha acogido. El trayecto en barco desde Líbano a
Turquía dura 24 horas. Ahora se dirigen en furgoneta hacia Mersin,
donde harán escala hasta Esmirna. Allí deberán negociar con los
traficantes para poder llegar a Grecia.
La familia está por fin en Esmirna (Turquía), después de 48 horas de
viaje. Prácticamente no han comido nada sólido en este tiempo. Ni tan
siquiera han podido darse una ducha. En esta ciudad tendrán que
contactar con las mafias y negociar las condiciones del viaje en patera
hasta Europa. Empiezan a florecer los nervios. En la imagen, el grupo
celebra su llegada a Esmirna.
Um Alí y Hassan, a su llegada a la plaza Basma, en Esmirna (Turquía). Es
un paso clave en su camino hacia Europa. Son las once de la noche y un
centenar de personas se esparcen por las aceras de la plaza. Otros
refugiados, cortos en recursos, trasnochan en parques y calles a la
espera de recibir una transferencia que les permita continuar el viaje. A
pocos metros, un furgón de policía parece ignorarles.
En la plaza Basma, el grupo de Um Alí conoce a los intermediarios,
quienes conducen a la familia hasta un hostal. Por primera vez en tres
días, dormirán sobre un colchón y podrán ingerir queso con pan. También
podrán darse una ducha. En la imagen, Nur se prepara para salir. La
familia Bolhos va a encontrarse con el traficante.
"Quiero ver al traficante", había dicho Um Alí. Después de varias
llamadas de teléfono, el intermediario accedió. En la imagen, el
traficante Abu Nur (45 años), a la dercha, aparece junto al
intermediario Mohammed y a Hamzi (a la izquierda). La imagen fue tomada
durante las negociaciones del viaje en patera hasta la isla griega de
Lesbos desde Turquía.
"Quieren llevarnos a un piso franco. Tengo dos hijas, no me fío de lo
que les puedan hacer. ¿Qué hago?", dice Um Alí en un momento en que está
sola en la habitación del hostal. Finalmente, accede. Al día siguiente
partirán en patera hacia Grecia. En la imagen, la madre descansa en un
sofá del hostal en Esmirna (Turquía) junto a su hijo Alí.
"Quieren llevarnos a un piso franco. Tengo dos hijas, no me fío de lo
que les puedan hacer. ¿Qué hago?", dice Um Alí en un momento en que está
sola en la habitación del hostal. Finalmente, accede. Al día siguiente
partirán en patera hacia Grecia. En la imagen, la madre descansa en un
sofá del hostal en Esmirna (Turquía) junto a su hijo Alí.
Tras haber pagado los seis pasajes en la patera (unos 6.000 euros), se
preparan para el viaje. "Llevad una mochila y una riñonera por persona,
tirad el resto", les dice el intermediario de los traficantes. Los
salvavidas compiten en el escaparate de una tienda en Esmirna junto a
unos zapatos. Hay distintos precios: los de fabricación china, 15 euros;
17 los que tienen silbato; 23, los originales. En la imagen, Hassan se
prueba un salvavidas. "Yo los pago, pero no tendré para el mío", dice
Ayman. En caso de naufragio, solo él, Alí y Hamzi saben nadar.
"¡No quiero subirme a la patera! ¡Nos volvemos a Líbano!", estalla Um
Alí. La mujer, que ha cargado con cuatro hijos y ha acogido a dos
jóvenes en su grupo, se viene abajo. "¡Yo quería darles una vida mejor,
no matarlos!", dice. Alí se rebela ante las dudas de su madre y, entre
él y el traficante, la convencen. Toda artimañana de las mafias es buena
para no poner la operación en peligro. Hay miles de euros en juego.
"Claro que tengo miedo. Este es el trayecto más peligroso, pero está
todo en manos de Alá", se despide el joven Hamzi. Cada pasaje ha costado
unos 1.000 euros. Y medio centenar de migrantes espera para subir a la
lancha. "¡No quiero subirme! ¡Dijisteis que seríamos 35 y somos 50!",
grita ante los traficantes Um Alí, aferrada a sus cuatro hijos en el
punto de partida de las pateras. "Me cogieron por las piernas y me
lanzaron dentro de la balsa sin miramiento alguno", relata esta
refugiada. En la imagen, Um Alí aparece de espaldas durante el trayecto
en patera.
Ayman cuenta que, cuando zarparon en patera, "todos" comenzaron a rezar
al ver las olas. "Um Alí se puso amarilla y del miedo perdió el
conocimiento", añade. A cambio de un pasaje gratis, un inexperto
pasajero fue el espontáneo capitán de la embarcación. A la llegada a la
isla griega de Lesbos, unos voluntarios les reciben con comida, agua y
ropa seca. En Mitilini, capital de la isla, el grupo comienza el último
tramo del viaje hasta Alemania. En la foto, en el ferri de Lesbos a
Kavala.
Nur y Alí, en el ferri de Lesbos a Kavala. Se trata de su primer destino
en Europa de camino a Alemania. Están determinados a avanzar sin
descanso y en un tiempo récord logran su objetivo. En autobuses,
recorrerán Macedonia, Serbia y Hungría.
Nur y su hermano Hassan juegan en un campo de acogida para refugiados en
los Balcanes. Su objetivo es llegar a Austria y, desde allí,
trasladarse a Alemania. El flujo constante de migrantes les sirve para
guiarse sin necesidad de recurrir de nuevo a los traficantes. Los
últimos tramos los cubren a pie. A cada etapa, en cada frontera, Um Alí
vence la resistencia de los guardas fronterizos jurando que los seis
jóvenes que la acompañan son hijos suyos. "Yo decía que me llamaba Yusef
Bolhos y que tenía 18 años", corrobora Hamzi, quien en una de las
avalanchas por subirse a un tren fue herido en una pierna.
Foto cedida por la familia Bolhos a su llegada a Austria. "Es mentira todo lo que nos contaron. Hungría es donde mejor nos trataron. En Serbia cruzamos como perros", se queja Um Alí.
En Austria, la familia sube a un tren con destino a Alemania. Han
transcurrido nueve días desde que zarparon desde Líbano. En la imagen,
Ayman y Nur. El trayecto cuesta a cada integrante del grupo 2.000 euros,
cantidad que equivale a dos años de sueldo en Siria.
En Alemania, el grupo se divide por primera vez. Um Alí y sus hijos se
dirigen a Chemnitz, al este del país, donde vive su hermano. Tras una
semana recuperándose de una bronquitis, los Bolhos ingresan en un centro
para refugiados donde necesitan permanecer de dos a tres meses para
solicitar una residencia temporal.
Hamzi ha ingresado en un centro para
menores de Hamburgo y al teléfono asegura que no sabe si podrá acogerse a
la reagrupación familiar en la que confiaba para poder llevar a
Alemania a sus parientes que invirtieron sus ahorros en el viaje.
Ayman
decide ir a Hamburgo junto a Hamzi, pero es interceptado cruzando la
frontera desde Austria a Alemania y lo trasladan a un centro para
migrantes en Múnich.
Los integrantes del grupo descubren que la tierra prometida, por la que
arriesgaron su vida, dista mucho de la realidad. "Somos unas cien
personas con niños durmiendo en una sala. Quiero intentar salir de
aquí", dice una extenuada voz al otro lado del teléfono.
"Esto no es lo
que nos contaron. Si lo sé, nos hubiéramos quedado en Líbano", se
despide Um Alí. En la imagen, Um Alí posa junto a su hija Nur en el
campo para migrantes de Chemnitz, al este de Alemania. (
Natalia Sancha
, El País, fotogalería, 13 OCT 2015)
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