11.7.12

Marilyn Monroe... lo que era capaz de hacer con un chorro de aire caliente y una falda plisada



 

 


 


 


 





 


 




 




 

 



Marilyn Monroe, en La Tentación Vive Arriba (The Seven Year Itch, 1955)

 "La diosa norteamericana del amor en la reja del metro Nueva York, 1954

—Aaaaaah.

Una joven de cuerpo esplendoroso en lo mejor de su belleza física. Un vestido marfil de tirantes y sin espalda que le recoge los pechos en blandos y ondulados pliegues del tejido. Está de pie encima de un respiradero del metro de Nueva York, con las piernas abiertas y sin medias.

 La rubia cabeza cae extasiada hacia atrás mientras una ráfaga de aire le levanta la deslumbrante falda, poniendo al descubier-to las blancas bragas de algodón. ¡Algodón blanco! El vestido de crepé flota, es vaporoso como la magia. El vestido es magia. Sin el vestido, la joven sería carne de hembra, cruda y desnuda.

¡Ella no piensa esas cosas! Ella no.

Ella es una joven estadounidense, sana y limpia como una tirita. Nunca había tenido ningún pensamiento sucio o pesimista. Nunca había tenido ningún pensamiento melancólico.

 Nunca había tenido ningún pensamiento violento. Nunca había tenido ningún pensamiento desesperado. Nunca había tenido ningún pensamiento antiamericano. Con aquel vestido fino como el papel de seda, es una enfermera de tiernas manos.

Una enfermera de boca exquisita. Muslos macizos, pechos generosos, ligeros pliegues de grasa infantil en las axilas. Ríe y chilla como una quinceañera mientras otra ráfaga le le-vanta la falda. Los hombros, los brazos, los pechos son de mujer madura, pero la cara es infantil. Tiritando en pleno verano neoyor-quino mientras el vapor del metro le levanta la falda como la respiración acelerada de un amante.

—¡Ah! ¡Aaaaaaah!

Es medianoche en Manhattan, Lexington Avenue a la altura de la calle 51. Sin embargo, las blanquísimas luces emanan el calor de mediodía. La diosa del amor ha estado de aquel modo, con las piernas abiertas, con unos zapatos de tacón tan alto y tan apretados que le han deformado los meñiques de los pies, durante horas.

Ha chillado y gritado, y la boca le duele. En la nuca se le está formando una mancha de oscuridad, como de agua negra. El cuero cabelludo y el pubis le pican a causa del agua oxigenada que se puso por la mañana. La Chica Sin Nombre. La Chica de la Reja del Metro. La Chica de Vuestros Sueños.

 Son las tres menos veinte de la madrugada y la luz cegadora-mente blanca de los focos cae sobre ella, sólo sobre ella, chillidos rubios, risa rubia, Venus rubia, insomnio rubio, rubias y afeitadas piernas abiertas y manos rubias que aletean en un vano esfuerzo por impedir que la falda se le suba y revele las blancas bragas de algodón de chica estadounidense y la sombra, sólo la sombra, del vello teñido.

—¡Aaahhhh!

Ahora se rodea con los brazos por debajo de los generosos pechos. Sus párpados aletean. Es evidente que tiene el cono limpio. No es una chica sucia, nada extranjero ni exótico. Es un tajo estadounidense en la carne.

Aquel vacío. Garantizado. La han mondado y deshuesado hasta dejarla limpia, no quedan cicatrices que estropeen el placer, ni ningún olor. Sobre todo ningún olor. La Chica Sin Nom-bre, la chica sin ningún recuerdo. No ha vivido mucho y vivirá poco.

¡Amadme! ¡No me peguéis!

En el límite de las humeantes luces blancas, como en el lími-te de la civilización, hay una muchedumbre, sobre todo de hombres, una muchedumbre de elefantes solitarios, inquietos y excitados, y que se mantienen detrás de los cordones de la policía, ya que el rodaje comenzó a las diez y media de la noche. El tráfico se ha desviado y cualquiera pensaría que allí hay algo oficial. ¿O están filmando una película? ¿Marilyn Monroe?

Y allí, con los demás hombres, anónimo como ellos, está el Ex Deportista, el marido. Mirando como los demás. Mirones inquietos y excitados. Hombres por los que pasa, masificado, el deseo sexual, como una ola por la superficie del agua. Hay un espíritu ardiente. Hay un espíritu irritado. Hay un espíritu agresivo. Hay un espíritu de coger, rasgar y meterla.

Hay un espíritu festivo. Un espíritu de cele-bración. ¡Todos han estado bebiendo! Él, el marido, forma parte del paquete. Su cerebro arde. Su polla arde. Con lentas llamas azules de ira. Sabiendo que la hembra lo tocará, besará y acariciará con aquellos dedos.

Voz suave, cálida, culpable. «Aaay papá mecachis siento haberte hecho esperar tanto por qué no me esperaste en el hotel ostras ¿por qué no?» Hasta que las luces blancas se apagan, los hombres sin rostro se van y, como en un salto en la acción de una película, están solos en las habitaciones del Waldorf-Astoria, con trémulas arañas en el techo y la intimidad garantizada, y ella no quiere ceder a sus súplicas. La misma respiración infantil. Los ojos de muñeca brillantes de miedo.

—No. No, papá. Entiéndelo, estoy trabajando. Mañana. To-dos se darán cuenta si...

Pero sus manos, las manos del marido, saltan hacia delante. Las dos manos. Los dos puños. Son manos grandes, manos de deportista, manos con mucha práctica, manos con una fina capa de vello en el dorso. Porque ella se resiste. Lo desafía. Esconde la cara ante la injusticia de los puñetazos.

—¡Puta! ¿Estás orgullosa? ¡Enseñar el cono de aquella manera, en la calle! ¡Mi mujer!

Y lanzó a la Chica Sin Nombre contra la pared forrada de seda con el impulso del último puñetazo, dulce como una carrera de béisbol."          (Joyce Carol Oates: Blonde. Ed. Alfaguara, 2000, págs. 607/9)

 
  "Este clásico fue dirigido por Billy Wilder, quien aprobó de buena gana el célebre vestido blanco plisado, del diseñador estadounidense William Travilla, quien nunca imaginó el estatus mítico y sexual que adquiriría su creación.

 La cacareada escena con el vestido levantándose y con los muslos de Marilyn luciéndose, fue rodada dos veces: la primera toma fue filmada en la Avenida Lexington de Manhattan, en la calle 52. La segunda fue realizada en un estudio, y la que quedó en la película fue precisamente ésta, ya que la primera no servía debido al ruido de la gente que presenciaba la filmación.
El mítico traje que inmortalizó la bomba sexual fue subastado en US$ 4.6 millones."   (Myspace,SKIRT BLOWING (The Seven Year Itch)

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