
Un percebelleiro en el Rocudo, en la Costa da Morte. Foto: Xurxo Lobato (El País, ed. Galicia, Galicia, 12/06/2009, p. 6)
"Y mientras las hijas del empresario paseaban por los jardines acompañadas por una institutriz francesa, niñas de al menos 12 años se dejaban las manos y la vista al otro lado de la verja en jornadas que superaban las 12 horas. Y es que en aquel momento todo el proceso de transformación se realizaba con premura (por lo perecedero del producto) y de forma manual, pieza a pieza y lata a lata.
Fernández recuerda cómo una noche las mujeres, aprovechando uno de los múltiples apagones, engulleron las huevas de chopo fritas que habían de envasar. Aquel día cerraron las puertas de la fábrica para que no pudieran salir a cenar, ante el temor de que no volvieran al trabajo y las capturas se echaran a perder. En el 56 todas las trabajadoras de las conserveras de A Illa abandonaran su puesto en son de huelga. "Intenté pararlas y casi tiran conmigo", recuerda el entonces jefe. Consiguieron una subida de cuatro pesetas en el jornal diario. Todo se hacía a mano, desde el aceitado al cierre de envases, aunque uno de los procesos más singulares lo conformaba la elaboración del escabeche, cuya fórmula era el secreto mejor guardado." (El País, ed. Galicia, Galicia, 04/01/2009, p. 8)
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